lunes, noviembre 12, 2007

Tales From The Inner Lands - Principio de la Oscuridad (Parte I)

Banshee corría por en medio de las callejuelas de la ciudad en ruinas. Dos lagartos malditos podían ser sencillos de despachar, dos humanos malditos posiblemente también, dependiendo de quien se tratase. Pero aquel grupo podía ser un problema al que no estaba dispuesta a enfrentarse. Además, ellos no trabajaban así, ellos eran los Merodeadores y trabajaban en grupo. El propósito de correr no era huir de sus perseguidores, sino de servir como señuelo para atraerlos al resto.

- ¡Jefa! - oyó la voz de Alfa por su intercomunicador – te acercas a nuestra posición. Omega y yo estamos listos.
- Yo también estoy lista y en posición – añadió Nana después de que Alfa terminara de hablar
- Muy bien. Alfa, Omega, encargaros de los dos pesados estos. Mientras tanto, Nana, tú y yo nos ocuparemos de los reptiles.
- Entendido – se oyeron tres voces al unisono

Los lagartos corrían rápidos detrás de Banshee, seguidos de cerca por los dos malditos. Si la Mancha podía convertir en bestias a los humanos, se podía imaginar en qué podía llegar a convertir a un animal, incluso aquella raza de lagartos que por naturaleza eran hervíboros y muy pacíficos. Por desgracia para ellos, también eran propensos a ser malditos. Banshee corría sin darles tregua. Su talento de dominar el aire le permitía prácticamente correr como si fuese parte de una ráfaga más de viento.
Corrió hasta el final de una calle y allí se detuvo, esperando la llegada de los reptiles, sin vacilación alguna, incluso cuando los animales eran tan enormes que debía elevar la vista para mirarles los ojos e incluso cuando se dirigían hacia ella sin detenerse.
Dos figuras salieron de ambas esquinas de la calle. Con un movimiento casi imperceptible, cortaron el paso a los humanos. Acto seguido y con similar habilidad, propinaron una serie de golpes a ambos malditos que hizo que cayeran al suelo inconscientes y posiblemente con algo roto. Mientras tanto, una extraña música de flauta sonaba desde entre las ruinas y hacía que los lagartos frenasen su carga. Uno de ellos, sin embargo, intentó propinarle un mordisco a Banshee. Sin esfuerzo, ésta esquivó la dentellada y clavó sus cuchillos en el cuello del animal, provocándole la muerte. El otro lagarto caía inconsciente al suelo, presa del canto mesmerizante de la flauta. Banshee sonrió satisfecha mientras el resto del grupo se acercaba.

- ¡Muy bien! - guiñaba un ojo al resto – Me encanta trabajar con vosotros, sois geniales. - Alfa y Omega se propinaban un golpe amistoso el uno al otro, mientras que Nana sonreía al oir las palabras de satisfacción de su líder.
- Somos buenos y punto – decía entre risas Alfa
- No te lo creas mucho – le sacaba la lengua Omega – se te va a subir a la cabeza.
- Ahora nos falta lo que hemos venido a buscar – prosiguió Banshee – el cristal psíquico no debe estar lejos.

Los cristales psíquicos eran una materia capaz de albergar gran cantidad de energía. Curiosamente, su existencia se encontraba ligada a los malditos y sólo ellos eran capaces de utilizar la energía acumulada en su interior, además de ser atraídos  hacia éstos. Los Merodeadores por su parte, podía aprovechar igualmente la energía en el interior de los cristales y la utilizaban principalmente para hacer funcionar sus cuchillos psíquicos. Que ellos pudiesen también, era un efecto remanente de haber estado una vez maldito.
Banshee se concentró, percibiendo las vibraciones psíquicas del cristal. Estaba cerca y era fácil de encontrar. Allá entre los escombros de lo que había sido un edificio lo encontró, sin demasiada dificultad. Un fragmento de cristal bastante grande, de unos 30 centímetros de longitud. Banshee lo miró satisfecha y volvió a sonreír.

- ¡Listo! - se dirigió al resto – ahora ya podemos volver. Dentro de nada el nuevo será acompañado a través de su primer viaje a través de un portal y quiero estar allí cuando suceda.
- ¿Uuuh? - Alfa se acercó a Omega para hablarle al oído, aunque sin embargo, sin intención de que no se lo escuchara – la jefa tiene mucho interés en el nuevo.
- No se lo digas a nadie – Omega imitó a Alfa – pero creo que se ha enamorado.

Banshee los miró a los dos y les frunció el ceño. Ellos por su parte ahogaron una carcajada sonora.

- ¿Por qué no os vais a la mierda los dos? Es una orden.
- ¡Sí, señora! - gritaron al unisono los dos – ¡Ahora vamos! - acto seguido desaparecieron de la vista de Banshee
A su vez, Nana dedicaba una sonrisa a su amiga.
- ¿Estás nerviosa? - le dijo, aún sabiendo la respuesta
- Bastante, ya sabes lo que significa ese chico para todos
- ¿Sólo eso? - levantó las cejas Nana
- Bueno, vale. Me gusta. Y tengo muchas ganas de ver su aspecto en el Interior
- Estate segura de que será tan mono como en el Exterior – Nana le guiño un ojo a Banshee. Hecho esto se dirigió hacia donde había visto desaparecer a Alfa y a Omega.
- De eso no tengo la menor duda – se dijo a sí misma en voz alta Banshee. Y se dirigió a reunirse con el resto.
 
***
 
- ¿Cómo que ya lo habéis traído aquí?- la cara de Banshee era la de la misma incredulidad al oír las palabras de Ondina.
- Lo siento, estabais fuera y me estaban presionando para que lo hiciese lo más rápido posible. No sabía cuando ibas a volver, así que tuve que tomar una decisión
- ¡No me vengas con historias! Sabías lo importante que era esto para mi y que volveríamos enseguida – Banshee bajo la mirada y se puso la mano en la frente, enfadada... muy enfadada – Esto no te lo voy a perdonar nunca, Ondina.

Ondina exhaló aire sonoramente, sin saber que decir. Al cabo de unos segundos, concluyó:
- Bueno, al menos si quieres te puedo acompañar a verlo. Hay algo más que deberías ver, ese chico puede llegar a ser mucho más de lo que nos pensábamos.
La cara de Banshee se alegró por un momento, olvidó el rencor que le había causado Ondina y se vio aliviada con lo que le ofrecía. Pero se preguntaba a qué se refería con esa última afirmación.
- ¿Más de lo que esperábamos? ¿Qué es?
- Sígueme – le indicó Ondina – te lo mostraré. Creo que te va a gustar verlo por ti misma. Además, creo que querrás ver su aspecto aquí en el Interior.
- Más que nada en el mundo – pensó Banshee
 
***

Ondina llevó a Banshee a través de la Academia de los Llegados, un lugar donde se preparaba a los que acababan de atravesar un portal a afrontar su nueva vida. Los exteriores eran tratados como parte de la sociedad una vez llegaban a los Reinos Interiores, sin embargo, nadie les enseñaba a serlo. Era por ello que existía aquel lugar, una academia para entrenar a los nuevos, llevada por aquellos que ya habían pasado por la experiencia. Eso tenía sus ventajas, pero tenía sus inconvenientes para Banshee. No había nadie mejor que conociese por lo que tenía que pasar un exterior que otro exterior, por lo que los mejores entrenadores siempre eran éstos. Sin embargo, los más reacios a tratar con malditos o incluso exmalditos, eran los propios exteriores, ya que aquellos malditos habían sido alguna vez compañeros suyos y eran ellos los que tenían que cargar con este dolor. A Banshee le hubiese sido imposible entrar en aquel lugar sin ayuda de Ondina... o sin colarse sin ser vista, como hacía muy a menudo.
Al llegar a uno de los laboratorios médicos se detuvieron. El chico estaba allí, recibiendo un chequeo. Estaba de pie, sobre un scaner de cuerpo entero, completamente desnudo y con los ojos cerrados.
- De la raza del fuego – se dijo a sí misma cuando lo vio, abriendo los ojos de par en par y acelerándose el corazón. Ni siquiera que estuviese ver al chico desnudo había hecho que se excitase tanto. Su piel anaranjada, su pelo de un color rojo intenso y sus ojos, que ahora no podía ver, pero que indudablemente eran del mismo color, lo habían conseguido. El deseo o el sueño que tenía Banshee desde que conoció a aquel chico se había cumplido y, al mirarlo, Banshee pensaba que incluso lo había superado con creces.
Además, como decía Ondina había algo más. De la espalda del muchacho brotaban unas finas tiras rojas espectrales de energía pura. Se alargaban desde ésta hasta casi tocar el suelo y flotaban sin tocarse unas a otras.

- Un alado – dijo Banshee, tocando con los dedos el cristal de la ventana que la separaba de la habitación donde estaba el chico.
- Un alado – repitió Ondina – Increíble, pero cierto. He revisado los archivos de la Academia y no he encontrado antecedentes de alguien que fuese un alado desde la primera vez que entró en el Interior. Ese chico es único.

Pero a Banshee no le importaba aquello. Lejos de toda la política de la Academia y de la lucha contra los malditos, para ella aquel chico era único... pero de otro modo.

No hay comentarios: